No dar de comer al oso
Una historia tremenda sobre el dolor y la culpa en que cada personaje necesita enfrentarse a sí mismo para poder seguir adelante. Especialmente interesante es su estructura, tan fragmentada como esos añicos en los que se convierte la vida cuando se sufre la pérdida de una madre a los diez años. Está contada a varias voces, ya que la tradicional narradora en tercera persona se alterna con la de la hija, Sydney, una mujer de mediana edad ilustradora de comics y corredora de parkour; la de su padre, Howard, viudo inconsolable cuarenta años después, quien preferiría que la novia de su hija, Ruth, fuera realmente su hija; la de un perro, Stuart, y su dueña, Maria, atrapada en un matrimonio fallido... incluso un peluche se atreve a mediar en este drama en el que hay también mucho humor. Es una lectura muy apropiada para un club de lectura, por su cantidad de personajes, historias y detalles que se entrelazan hasta acabar formando una especie de tapiz, de red, que nos aguante las caídas